lunes, 20 de junio de 2011

MIGUEL ANTONIO CARO Apologista y mediador de un supuesto antagonismo.


MIGUEL ANTONIO CARO
Apologista  y mediador de un supuesto antagonismo.


Por
Juan Manuel Gómez Salazar[1]


... en general, toda razón científica es buena, muy buena,
Subordinada al principio religioso, a la verdad;
Mala, muy mala, independiente, o subordinada al error.[2]


“Para Miguel Antonio Caro no sólo la unidad del pensamiento científico y el vínculo entre éste y la civilización cristiana aseguraban la participación de España en la formación y desarrollo de la ciencia. También la testifican los productos objetivos que la actividad de los españoles ha dejado en la historia. Porque aun aceptando que sus contribuciones en el campo de las ciencias de la naturaleza y sus aplicaciones técnicas no fuesen comparables por la cantidad a las de otros pueblos europeos, ahí estaban sus grandes creaciones en el campo de las ciencias del espíritu y de la cultura; ahí estaba la obra de sus juristas, de sus teólogos, de sus filólogos, de sus filósofos y de sus teóricos de la política. Contra la idea positivista de que sólo la ciencia natural y, más precisamente, la física matemática, o las disciplinas que tengan idéntica estructura lógica son ciencia; o contra la alternativa de que las realidades de la cultura y del espíritu para poder ser tratadas como ciencia habían de reducirse a 'naturaleza', Caro afirma la unidad de la realidad y su posibilidad lógica de ser reducida a conceptos científicos como un resultado de la unidad de la razón”.[3]


El pensamiento de Miguel Antonio Caro fue sin lugar a dudas un pensamiento complejo no fácil de desenmarañar, su reticencia y respectiva resistencia  frentes algunas de las corrientes modernas de pensamiento de su tiempo le llevan a ocupar indefectiblemente un lugar preeminente   entre los pensadores colombianos del S. XVIII así como unos de los más significativos pensadores del pensamiento latinoamericano.

Esta modesta reflexión tiene como finalidad dilucidar aspectos pertinentes del pensamiento del autor en mención, así como establecer una contextualización de su pensamiento frente algunas problemáticas contemporáneas. Específicamente, sin ahondar en los problemas que Miguel Antonio Caro abordó desde el diario el tradicionalista, es necesario rescatar un aspecto importante de su pensamiento, en especial con aquel que relaciona fe y ciencia.  A continuación algunas consideraciones sobre su apología a la fe cristiana y su intento implícito y explícito de integrarla al ámbito científico. 

Frente a las ideas utilitaristas de Bentham, Caro deja ver claramente el influjo de su moral cristiana cuando frente a la utilidad hedonista sostiene que es casi  imposible mantener un bien común, ya que este quedaría supeditado no solo a cuestiones particulares (pues todo placer es subjetivo) sino que también generaría una relativización del bien, donde el bien supremo (la verdad revelada) quedaría en entredicho: Y si se decide improcedentemente por jerarquizar los objetos de conveniencia con el fin orientar a los ciudadanos, esto aparece como una imposición abusiva, pues según el propio utilitarismo, cada uno es dueño de sus preferencias. Al cabo, ausente la unidad del bien que sólo puede brindarle la verdad única revelada, se deslegitima toda autoridad y la sociedad se disgrega entre la multiplicidad de gustos y la dictadura de los gustos del más fuerte”.[4]

En relación con las ideas sensualistas de Tracy, y en frente al denominado empirismo sensualista de la época, Caro no duda en establecer su criterio cristiano, la simbiosis de razón y fe una vez más se evidencia con claridad en su pensamiento.  Para controvertir el empirismo sensualista desde la fe la magnificación de la razón humana,  de haber demostrado la existencia de las ideas innatas para explicar la razón, da un salto argumentativo para atribuir estas a leyes sobrenaturales fincadas en la veracidad de Dios. “La fe en la veracidad de Dios es, explícita o implícitamente, el fundamento de toda certidumbre”(p. 592). Se nos replicará que Dios también servía de recurso último de certeza a los racionalistas, pero mientras ellos en los siglos XVII y XVIII postulaban la divinidad como apoyo para la afirmación de la subjetividad, el autor colombiano en el siglo XIX reivindica que la fe “nos lleva a dudar de nosotros y a confiar en Dios”[5]

Frente al pensamiento spenceriano, Caro arremete de forma irónica aludiendo que una doctrina que desconoce tan evidentemente el hecho fundamental de la Revelación y la obra civilizadora de la Iglesia, mal puede llamarse o autodenominarse ciencia.

Además, comenta burlonamente que “Spencer sólo se acuerda de Colombia”  para informar que aquí hay gentes que creen descender de cierto tipo de ratones”.[6] Así como su mordaz crítica se dejó escuchar sobre los postulados del autor del darwinismo social, también estas retumbaron más contundentes aun en  las doctrinas del evolucionismo de Darwin.  Y como el hombre es un animal, el naturalista, sin contar con Dios, ni con la historia, ni con el hombre mismo, toma ese animal, como pudiera tomar un molusco o un cetáceo, y con la mayor naturalidad, lo coloca donde mejor le conviene a su teoría pre-constituida”[7]

Es necesario tener en cuenta, que para Caro la tradición era sin discusión el valor fundamental que ayudaría a la unidad de los países americanos, Caro creía en los favores de la razón unida a las bondades del espíritu cristiano occidental, donde este último era nada menos y nada más el que había generado la gran apertura científica y por ende el progreso que de ella se derivaría, donde otros veían oposición radical Caro observaba complemento ideal. Es así como Caro frente a las más diversas polémicas que afrontó en su tiempo, siempre sobrepuso su intención de fe cristiana, es decir, siempre trató de articular su legado cristiano frente a las nuevas propuestas del pensamiento moderno. Caro fue (cuando ya se creía desaparecida dicha corriente) una especie de figura “patrística” que buscó incansablemente reconciliar razón y fe, teología y filosofía, cristianismo y ciencia. En casi todas sus propuestas y respectivos debates, Caro no dudo en hacer apología de la herencia cristiana que tanto había admirado de la civilización española (según él, la mas cristiana de las civilizaciones de Occidente), sin dejar de lado por supuesto  su intrínseca relación con la fe, que como decíamos unas líneas atrás, era según él, la gestora de esta nueva época llamada modernidad

Vale la pena aclarar para no caer en ambigüedades, que Miguel Antonio Caro no fue solo un defensor de la herencia cristiana, como si tan solo su campo de reflexión y acción se hubiera enfocado en este aspecto, sino que ante todo es un hombre público, y más que eso, es un hombre de su tiempo, un contemporáneo vanguardista (a pesar del prejuicio de muchos) que no ignora en lo absoluto las nuevas tendencias y corrientes que llegaron del viejo mundo. Miguel Antonio Caro parafraseando la máxima de San Agustín es “un pensador que cree y un creyente que piensa”. En este sentido cobra especial relevancia las palabras de Jaime Jaramillo Uribe, quien observa en el pensador bogotano un profundo espíritu reconciliador de las dos corrientes, la religiosa y la científica, aunque sin lugar a dudas,  Caro siempre trató de dejar claro cual era el orden de sus prioridades.

“El mismo dio el ejemplo en este sentido al entrar en contacto con la ciencia de su tiempo, particularmente con la inglesa, de la cual tomó no pocos conceptos de la teoría económica y algunos de su formación filosófica Y ello tenía que ser así, pues de otra manera habría sido inconsecuente con su idea de la universalidad de la ciencia, y sabemos que la consecuencia consigo mismo y con su pensamiento era uno de los rasgos más característicos de su personalidad. Pero lo que Caro nunca aceptó fue la idea de la superioridad de una civilización basada en la técnica, sobre otras que, como la española, ejercitaban su genio en la creación de valores artísticos, religiosos o metafísicos. A este propósito merecen recordarse estas palabras suyas: "Yo creo, como aquel gran poeta, que vale más el Evangelio que cuantos libros antes y después de él se han escrito; y que el Decálogo, que sólo consta de diez renglones, ha hecho más bien a la humanidad que todos los ferrocarriles y telégrafos, y velas y vapores, y máquinas, cuyas resurrecciones, si no invenciones, aprecio como es justo, y disfruto agradecido"[8]













BIBLIOGRAFÍA
§  MODULO DE PENSAMIENTO FILOSÓFICO COLOMBIANO. UNAD. Universidad Nacional Abierta y a Distancia.
CIBERGRAFÍA




[1] Estudiante de filosofía de último semestre de la UNAD. Universidad Nacional Abierta y a Distancia.
[2] Miguel Antonio Caro, "Estudio sobre el utilitarismo" (1869), en Obras, tomo 1: filosofía, religión, pedagogía, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1962, p. 154
[3] JAIME JARAMILLO URIBE. Miguel Antonio Caro y el problema de la valoración de la herencia espiritual española en el pensamiento colombiano del siglo XIX.  http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/10/TH_10_123_067_0.pdf
[4] MODULO PENSAMIENTO FILOSÓFICO COLOMBIANO. Pág. 47
[5] MODULO PENSAMIENTO FILOSÓFICO COLOMBIANO. Pág. 43
[6] MODULO DE PENSAMIENTO FILOSÓFICO COLOMBIANO. Pág. 59
[7] MODULO DE PENSAMIENTO FILOSÓFICO COLOMBIANO. Pág. 71.
[8] También el elemento tradicionalista y conservador que se observa hasta en los pensadores radicales británicos, y esa mezcla incomparable de tradición y progreso, de orden y libertad, de modernidad y conservadurismo lograda por Inglaterra a través de su historia. Pero su idea del Estado procede directamente de la tradición española de gobierno y de las doctrinas de los teóricos católicos de la ciencia política. As!, por ejemplo, su concepto de que el Estado está constituido ante todo por un orden jurídico y es el órgano formador de la nación, es decir, que tiene una misión moral además y quizás por encima de su misión política. Lo mismo puede decirse de su teoría de la ley que es directamente tomista. Desde luego, dada la unidad y los puntos de contacto del pensamiento político occidental, cuya fuente común es la tradición católica medieval, es perfectamente posible encontrar analogías entre un pensamiento tan universal y sintético como el de Caro y todo lo que es significativo en la historia política de Europa. JAIME JARAMILLO URIBE. Miguel Antonio Caro y el problema de la valoración de la herencia espiritual española en el pensamiento colombiano del siglo XIX.  http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/10/TH_10_123_067_0.pdf

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